Cuento Corto – Esa mañana.

Esa mañana.

Autor: Israel Rodríguez

Siento en mi cuerpo una levedad sublime, es una tranquilidad tan indescriptible que me hace confundirme de mi realidad, no sé si recién estoy despertando o estoy por dormirme; incluso no tengo conocimiento si estoy recostado, creo que ni si quiera tengo sensación alguna de mi cuerpo.

Decido disfrutar esa ingravidez por unos momentos más; en este momento no me importa si tengo que dormir por algún compromiso que tenga mañana o si tengo que levantarme ya para ir a trabajar; esta sensación tan relajante es algo que no había sentido en años y es reconfortante; tanto que podría llorar.

Mis presiones diarias no me permiten regalarme momentos así prácticamente nunca; la última vez que recuerdo haberme sentido así de tranquilo debió ser hace más de treinta años, cuando era un pequeño niño de escuela, donde mi mayor preocupación era organizar mi tiempo para jugar con mis juguetes y no perderme mi programa favorito de televisión.

Esos días cuando mi mayor obligación era ir a la escuela, cosa que disfrutaba mucho; y mi mayor alegría eran esos días lluviosos cuando se cancelaban las clases de educación física y nos permitían platicar o jugar en el salón de clases, nunca he sido de los que les gustan los deportes.

Muchos pensaban, aún desde pequeño, que yo no era de los que les gustara socializar, principalmente por mi carácter reservado y huraño, pero en realidad es más una profunda inseguridad y timidez la que me hacía –y aún hace- comportarme así, así que los días lluviosos, cuando nos encontrábamos encerrados en el salón de clases y sin ninguna otra opción más que quedarnos a platicar de lo que quisiéramos, para mí era magnífico, porque no tenía que aproximarme a interactuar con alguien para platicar, sino que los otros tomaban la iniciativa, ya fuera por el aburrimiento o porque no había nada más que hacer, pero lo importante es que lo hacían.

Después de mucho recordar, caigo en cuenta que no importa lo cómodo que me encuentre, tengo que despedirme de esa sensación casi perfecta y regresar a la realidad, y vaya qué fue un regreso a la realidad muy rudo: era ya de mañana y estaba tarde para ir a trabajar.

Era imposiblemente tarde y no tuve más remedio que saltar de la cama y salir volando al trabajo, sin pasar por la regadera, sin tomar un desayuno, ni si quiera uno ligero… siendo sincero, ni si quiera recuerdo haberme cambiado de ropa, aunque haciendo una revisión rápida, me doy cuenta que no salí en ropa de cama al trabajo.

Me doy cuenta, después de manejar por unos minutos que hay una neblina algo densa, especialmente para la hora de la mañana que era, incluso por las prisas, no había reparado en que la mañana estaba con un clima muy fresco, tal vez frío, pero agradable.

Prendí las luces de mi vehículo y continué mi camino al trabajo, no es que me causara ninguna diferencia la visibilidad reducida, después de casi quince años de recorrer el mismo camino al trabajo todos los días, podría manejar con los ojos cerrados, incluso podría haberlo hecho esa mañana porque prácticamente no habían otros vehículos alrededor mío, lograba ver a través de la niebla algunas sombras que quiero pensar que eran otros vehículos en movimiento o tal vez estaban estacionados, pero yo iba muy concentrado en tratar de llegar pronto como para que eso me hiciera detenerme a recapacitar en nada.

Después de unos minutos llegué al edificio del trabajo, yo imaginaba que no habría forma que encontrara dónde estacionarme por la hora en la que había llegado, pero para mí fortuna, mi lugar favorito estaba libre.

Después de estacionarme y pensando que no había comido aún nada, entré al edificio de la oficina, para hacer acto de presencia y posteriormente salir a conseguir un tentempié para soportar la mañana.

Al entrar a la oficina saludé como todos los días, y como todos los días no hubo respuesta de parte de la persona de recepción, no me sorprende, voy de forma automática a la sala de descanso a tomar un vaso con agua; justo cuando voy entrando, una persona va saliendo, al parecer lleva algo de prisa, porque cuando le doy los buenos días, no los responde, aunque no le doy importancia.

Ya con mi agua me dirijo a mi lugar, la oficina se siente muy tranquila, silenciosa inclusive. Se escucha el murmullo normal de una mañana de trabajo, pero nada estridente o escandaloso, lo cual es agradable, porque podré trabajar sin muchas distracciones.

En mi cubículo, prendo mi computadora, y coloco mi vaso con agua sobre una servilleta de papel que también traje de la sala de descanso. El equipo no prende pronto y considero que es una buena excusa para salir por algo qué comer y no pasar toda la mañana con el estómago vacío.

Escribo una nota, principalmente para que se note que ya estaba en la oficina y que no había faltado deliberadamente al trabajo, escribo que voy a salir un momento, que no tardo y que la máquina está tardando en prender, más que nada por cortesía y para que no se dé pié a que estén hablando mal de mí por alguna razón de esas que nunca faltan en un ambiente de oficina.

Salgo por la puerta de recepción y le hago saber a la persona que se encuentra ahí que voy a salir por un minuto, pero de nuevo no hay respuesta; tengo la idea que escuché que había hecho un sonido gutural el cual asumí que había sido en respuesta por lo que le había dicho, pero pudo haber sido cualquier cosa.

Al salir del edificio, la neblina se había vuelto más densa, tal vez demasiado, ominosa si puedo decirlo; me adentro a esa densa nube blanca para tratar de ir a comprar algo, pero realmente no veo nada y decido regresarme, más que nada por seguridad.

Al entrar al edificio y tratando de hacerme el gracioso le digo en tono de broma a la persona de recepción que efectivamente había tardado un minuto, tal y como lo había prometido, pero justo como imaginé, no hizo ningún comentario; ya no me ofende su desdén, siempre ha sido así y no sólo conmigo, por lo que no lo tomo personal.

Regreso a mi lugar y veo que el equipo está apagado, y no solo eso, sino que también me doy cuenta que la nota que había puesto avisando que me retiraría por unos minutos tampoco estaba; no es extraño, a veces soy el blanco de algunas bromas, algunas ligeras como esas, algunas pesadas, pero no tengo más remedio que cooperar, porque no me gusta meterme en problemas.

Levanto el teléfono para avisar que mi computadora está teniendo problemas para encender, pero tengo la sorpresa que mi extensión no tiene línea, respiro profundamente y levanto el aparato para caer en cuenta que no está conectado con el cable que va al conmutador. Como siempre, soy el blanco de bromas ya no me asombra.

Sé donde hay cables para los teléfonos, así que en lugar de molestarme o hacer una escena, que es justamente lo que quieren, mejor me dirijo al almacén para traer un cable y repararlo por mí mismo.

Cuando regreso con el cable en mano, veo que la broma no ha terminado, porque ahora no está el teléfono, y no sólo esto, sino que tampoco está mi máquina. De hecho lo único que está son el escritorio y la silla; ni si quiera mis papeles están donde usualmente los dejo.

Normalmente para este punto se escuchan algunas risas burlonas escondidas en el murmullo, y alguien no se puede contener una carcajada, todos se ríen, se termina la broma y continuamos trabajando, pero en esta ocasión no escucho eso; sigue habiendo un murmullo sordo, todos se ven ocupados y siguen trabajando.

Les digo en voz alta que son muy graciosos, que había caído en la broma y que ya era buen momento para que terminara, que les agradecería si me devolvieran los artículos de mi escritorio; pero aún así, el murmullo no cambiaba y no había risas ocultas.

No quería ir directamente con mi jefe como un niño llorón, era una broma después de todo, pero comenzaba a creer que no iba a tener otra opción. Fui antes de ir con mi jefe con el bully de la oficina, él y su compañero de al lado son los responsables de la gran mayoría de las bromas que se suscitan en el trabajo, y usualmente es su compañero el que no puede contenerse la risa cuando la broma llegó a su punto más alto.

A unos pasos los veo muy concentrados en su trabajo, sentados en sus lugares, pero conforme me acerco, dejo de notar su presencia y tan pronto llego, me doy cuenta que sus lugares están vacíos; tal vez por eso no había escuchado la risa que le da fin a la broma porque ambos habían salido por unos minutos, tal vez a fumar un cigarro o a alguna junta y se habían perdido cuando llegara para ver su broma.

Me acerqué a otros compañeros y pasó exactamente lo mismo, los veía de lejos, pero conforme llegaba a sus lugares, éstos estaban vacíos, pero estaban justo como si estuvieran trabajando, porque tenían la computadora prendida, una taza de café humeante, algunos incluso un paquete de galletas abierto, es decir, sabía que estaban cerca, pero no veía a nadie.

Era ya momento de subir y humillarme para ir como un llorón a decirle a mi jefe que me habían hecho una broma pesada, pero al pasar por mi lugar, veo que están todas las cosas a excepción de mis papeles, por lo que decido que no hay otra opción más que hacer del conocimiento de mi jefe que ese sería el retraso del trabajo del día, y así salvar un poco el pellejo por haber llegado tarde. El plan estaba resultando muy bien a mi favor.

Al llegar a la oficina de mi jefe veo a través del cristal que se encuentra con alguien más, sé que tengo que esperar a que se desocupe, pero quiero solamente hacer de su conocimiento que quiero hablar con él, por lo que toco la puerta, al menos para que sepa que estoy ahí; pasan unos segundos y no hay respuesta , toco de nuevo; pasa un minuto y sigue sin haber respuesta, por lo que me atrevo a abrir la puerta, sólo para avisarle que me gustaría hablar con él.

Abro la puerta lentamente y comienzo dando los buenos días; sé que no me va a llamar la atención por abrir sin que me dijeran que podía hacerlo, solamente porque se encuentra acompañado; pero para mi sorpresa, al abrir la puerta, veo que la oficina está vacía. No hay nadie en ninguno de los dos lados del escritorio, que a través de la ventana justo vi que había gente.

Doy un par de pasos atrás hasta la ventana para ver qué está pasando, y a través de la ventana veo a mi jefe que se disculpa, se pone de pié y va a la puerta para cerrarla, para después volverse a sentar.

Me dirijo de nuevo a la entrada y abro la puerta una vez más sólo para confirmar que yo no veo a nadie en los asientos donde unos segundos antes había visto a las dos personas hablando. Entro en la oficina y confirmo lo que mis ojos ven: ambos asientos están vacíos.

Confundido, me salgo de esa oficina y mientras camino veo a través de la ventana que de nuevo mi jefe se pone de pié para cerrar la puerta, lo cual hace que entienda menos la situación.

Regreso a mi lugar y me siento, levanto la bocina del teléfono y sigue sin servicio y la computadora sigue sin prender. Me pongo de pie y me dirijo a recepción, me acerco a la recepcionista y tan pronto estoy cerca de ella veo que su asiento está vacío, tal como todos los otros lugares que he visto durante la mañana.

Salgo de la oficina y me dirijo a donde había dejado mi automóvil, pero la niebla sigue igual de densa o tal vez más. Creo que me he perdido.

Deambulo por un par de minutos sin sentido hasta encontrar una pared, creo que a partir de ahí puedo ubicarme mejor y saber hacia dónde dirigirme. Pero mi sorpresa es muy grande. La pared con la que choco pertenece a la fachada de mi casa.

Es imposible que hubiera llegado caminando en un par de minutos deambulando sin dirección por la niebla lo mismo que usualmente tardo treinta o cuarenta minutos manejando en un buen día.

Tomo mis llaves y busco la llave de mi casa y para mi sorpresa abre tal como abre mi casa, y al entrar, confirmo que es mi casa, excepto que hay algo diferente, o al menos algo que no noté en la mañana: Todas mis muebles están cubiertos por plásticos y sábanas y mis cosas están colocadas en cajas de cartón; los aparatos electrónicos están desconectados y al activar los apagadores, me doy cuenta que no hay energía eléctrica; el refrigerador está limpio y vacío, no hay servicio telefónico, ni servicio de agua en los grifos, y pareciera que así ha estado por un largo tiempo porque también se puede notar una gruesa capa de polvo cubriendo algunas de las superficies.

Entiendo que no es una broma, entiendo que las cosas son así.

Me voy a donde se encuentra mi cama, la misma en la que desperté esta mañana y tenía una sensación de nostalgia y alegría pura hace unas pocas horas.

Veo que también está cubierta con plásticos gruesos y algo de polvo. Levanto el plástico y me recuesto un poco; una sensación de tristeza me invade y lloro, lloro como nunca había llorado antes, lloro como realmente desearía que alguien hubiera llorado mi muerte.